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Julio Pablo Chacón se prestó a un mano a mano imperdible desarrollado en un café imaginario de Mendoza




Por Juan Ignacio Blanco
Imaginemos una charla de café donde el mozo se acerca, pregunta qué es lo que se va a ordenar, se da media vuelta y se va. El pucho posado sobre el cenicero lanza sus últimos segundos de humo gris. Se consume y vuelta a empezar.
La bocanada es suave. Hay cierto relajamiento en el ambiente. El mozo trae los dos café y se vuelve a ir.
Alrededor, otras mesas donde se suceden hechos similares. Vuelvo a fumar y lo miro. Lo tengo en frente. Para mí solo, aunque debo reconocer que me pone algo nervioso por todo lo que significa su nombre dentro del boxeo.
No es para menos. Mientras le doy otra pitada a mi cigarrillo pienso en que ya se cumplieron 15 años de la última medalla olímpica para el pugilismo nacional (2 de agosto de 1996, bronce en Atlanta) y 10 de la patriada en Hungría ante Itsvan Kovacs (16 de junio de 2001, título mundial pluma OMB). No es mucho el tiempo aunque a mí, que lo veía por la tele, me llegaron los 28 y en una situación totalmente distinta.
Le pido el OK para prender el grabador y largamos. Ya está curtido con el aparatito. Hace de cuenta como que no está y de a poco, con Julio Pablo Chacón, comenzamos a sumergirnos en una charla que no tiene desperdicios, menos para mí ya que sé que es la primera vez que vamos a hablar con profundidad.
-Cómo pasa el tiempo, ¿no?
-No me he dado cuenta del paso del tiempo gracias a estar dentro del gimnasio. Automáticamente cuando dejé de boxear, ya tenía trabajo. Esto me sirvió de contención y me ayudo a asimilar, acostumbrarme y aceptar que ya no era boxeador.
-¿Recordaste mucho la pelea del título y todo lo que fue la previa?
-La previa es como todo. Estaba la fiesta preparada para él ya que era el último gran ídolo de Hungría y hacía, creo, que 10 años que no perdía un combate. Además, fue medalla de bronce en Barcelona (1992) y campeón olímpico en Atlanta, campeón mundial amateur al año siguiente y luego su excelente carrera profesional. Era un de los mejores del mundo en una época donde la categoría pluma era la vedette. Fue una locura. Nadie lo quería pelear al húngaro porque era un gran boxeador. Tal vez no era un noqueador, pero tenía calidad y experiencia.Y bueno, fui yo y le arruiné la fiesta. Gracias a Dios y a un gran preparador físico como lo era Rubén Dupen, quien fue uno de los culpables de que yo haya sido campeón mundial, logré ganar.
-Haber obtenido el título en el exterior, tras el intento fallido ante Norwood, fue como seguir las proezas de Pascual Pérez, Nicolino Locche y Hugo Corro…
-Se cambiaron los roles. Yo recuerdo que en la previa ante Norwood hubo una guerra psicológica. Fueron 10 días donde a mí me hizo sentir realmente la presión. Eso que él me hizo a mí, yo lo hice en Hungría. A Kovacs le tiré toda la presión encima: lo apuré, lo encaré, lo boconée. No era fácil, pero me salió bien.
-La presión de Norwood, ¿no habrá comenzado en el pesaje cuando entró desnudo?
-Un poquito (risas). Creo que ese día muchos salieron desmoralizados. ¡Dejá de joder! Ese vino a pelear con alguien más.
-Ante Kovacs, ¿fue la mejor versión de Pablo Chacón?
-Dos años antes, en Panamá, estuve igual o mejor. Fue cuando le gané la eliminatoria a Richard Carrillo para luego ir con Norwood. Esa fue una pelea tremenda porque él llegó invicto en 15 y era un boxeador respaldado por la AMB. Ese día estaba todo el mundo allá porque coincidía que se realizaba la convención de la Asociación. En esa época yo entrenaba con Amilcar Brusa, por eso creo que está a la altura de la de Kovacs.
-Que no se haya concretado la pelea ante Naseem Hamed, ¿lo tomás como una deuda pendiente?
-Si yo no perdía con Harrison, a los 5 meses tenía que pelear en Las Vegas unificando con Barrera o ante Hamed. Estuve cerquita (risas).
-¿Qué te provoca ser el último gran descubrimiento de Paco Bermúdez?
-Los viejos sabios son así por algo. Recuerdo que cuando hice mi primer gran pelea, que fue la séptima de amateur, fue ante Oscar Pedrero, quien tenía algo de 30 peleas. Era el más nombrado entre los moscas de Mendoza. Don Paco, en esa época, se dedicaba sólo a los profesionales y tenía a Bracamonte para que le enseñara a los pibitos nuevos. Bermúdez nunca iba a los festivales amateurs, y a esa pelea, que se hizo en Coquimbito, sí. Él me atendió en el rincón.
-Entonces eso da la pauta que ya te veía como a un distinto…
-Exacto. Don Paco me hacía realizar exhibiciones cuando peleaban Osvaldo Corro y Pedro Villegas en la Federación Mendocina. Las hacía con el Monito Vargas, con Raulito Redolfo, gran boxeador amateur que no llegó a profesional, con Balbino Soria, con José Rufino Narváez y con Mario López, entre otros.
-Tuviste muchos técnicos, pero lo que siempre te caracterizó fue la fidelidad hacia Bracamonte…
-Toda la vida me lo quisieron sacar de al lado, y yo siempre me negué. Lo banqué y me peleé con todo el mundo porque nunca me olvidé de mis raíces, porque tampoco me olvidé de quien me hizo como boxeador, como así tampoco me olvidé de que cuando era un pibito y no tenía para los remedios, él iba y me los llevaba, o me compraba un par de zapatillas. Pero bueno, pasó lo que pasó (Chacón y Bracamonte se alejaron tras el conflicto con Barros y Reveco) y cada uno tomó su camino, algo que está perfecto. En este momento uno puede estar enojado, pero nunca negar quién me formó. A Bracamonte lo quiero mucho porque fueron muchos años y porque la historia va a estar siempre presente.
-Volvemos a lo mismo de antes, lo seguís bancando…
-Lo quiero mucho, pero no estoy de acuerdo con lo que hizo. Quizás nunca más volvamos a trabajar juntos, pero no puedo negar que no se puede odiar a una persona de un día para otro, más después de haber estado 21 años juntos. Después, que no se acepten las decisiones, es otra cosa. El tiempo dirá y será testigo de quién tenía la razón. Tal vez no sea así. Eso no importa. A veces los cambios son buenos ya que hay etapas que se terminan y los boxeadores eligen otro camino.

-¿Te dolió ese cambio?
-Muchísimo por todo lo que pasó y porque hoy por hoy yo soy el malo de la película. Por eso prefiero quedarme calladito. Internamente sé que fue lo que pasó. Sólo hay que dejar que pase el tiempo. Estoy seguro de que hice las cosas bien, o al menos lo intenté. Errores tengo un montón y también puede haber mucha culpa mía en todo esto.
-Eso quiere decir que hiciste el mea culpa…
-Seguro que lo que pasó también fue por culpa mía. No me desligo, pero también fueron cosas compartidas.
-¿Es chocante para vos, que luego de muchos años, no estén Reveco y Barros en tu gimnasio?
-No. Se acepta. Tengo que empezar de cero con algunos chicos, con otros no que ya vienen formaditos. Además, tanto Reveco como Barros, por más que no estén conmigo, hoy son el referente de los boxeadores mendocinos, algo que está perfecto. Yo a nadie le niego que los tomen como tales, al contrario, está muy bien.
-¿Qué te genera que muchos digan que Reveco tiene un gancho chaconiano?
-Es una marca de la escuela mendocina y es lo que se enseñaba en el Mocoroa, y es lo que seguimos junto a Bracamonte. Siempre traté de perfeccionar lo que aprendí.
Respecto del gancho, primero lo tiré muy bien yo, y ahora Reveco lo captó y lo llevó a los combates.
-Se te infla el pecho…
-Es algo que me halaga porque él se formó en mi gimnasio.
-¿Qué hubieses hecho en el caso de que Reveco sólo rompiera el vínculo con Rivero? ¿Te habrías ido con él?
-No. Seguía con el Negro y seguiré a matar o morir. Yo siempre me caractericé por ser una persona de mucha lealtad.
-¿Y si te lo encontrás un día por la calle?
-¿A quién?
-A Reveco…
-Está todo bien.
-¿Te sentarías a hablar con él?
-Creo que no sería bueno. Pero si tuviese que hacerlo, no tendría problemas. Cuando las personas se sientan a conversar, algo se puede sacar. Quizás es el malestar mío por ser el malo de la película, pero también creo que las personas tienen que tener códigos y memoria. Te doy un ejemplo: Jonathan Barros no quiso estar más conmigo, vino y hablamos por más de no haber estado de acuerdo con él. Vino a mi casa, expuso sus diferencias, lo escuché y también dije mis cosas.
-Me sorprendió tu perfil bajo ante este quilombo…
-No me gusta hablar mal de nadie. Soy un ex deportista y ahora entrenador…
-Que pasaste por lo que pasaron Reveco, Barros y muchos más…
-Pasé por ser campeón mundial, por no serlo, por haber estado esperando mi momento, pero me caractericé por algo: ni en mi mejor momento me prendí en ninguna, ni siquiera en la de la Hiena Barrios que hablaba mal de mí. Yo tengo códigos y soy un profesional.
-¿Fue un volver a empezar?
-Hay que aceptarlo, esto es un volver a empezar. Por más que esté de acuerdo o no, tengo que empezar de abajo y ahí estoy. Tengo varios pibitos y me estoy acostumbrando, ya que siempre me dediqué un poco más a los profesionales para corregirlos y pulirlos. Hoy tengo que hacer el laburo completo: formar a los chicos y hacerme de paciencia, algo que tengo que hacerlo obligado porque estoy solo. No sé si me va a salir bien porque no es mi fuerte.
-¿Te sentiste olvidado este tiempo?
-Para nada, porque soy una persona que siempre aceptó lo que pasaba, y sé cuando hay que estar y cuando no. Hoy no estoy, mañana tal vez sí o no. Mientras sigo trabajando desde mi gimnasio con el mismo proyecto y con la ilusión de seguir formando boxeadores.
-¿Te acordás de la pelea ante el Koyac Silva? Vos en ese momento te habías desvinculado de Rivero, ¿o no?
-No me había desvinculado. Yo estaba entrenando y también me dedicaba a ser una especie de promotor. Esa pelea no la perdí. Yo no estaba entrenando; lo tomé como un reto que me hizo dar cuenta que todavía era boxeador y no promotor.
-Hablemos de Atlanta, donde compartiste el bronce con Floyd Mayweather…
-En ese momento éramos dos anónimos. Fue una gran alegría que recordé el día del aniversario del título mundial. Pero también me dio nostalgia ya que cuando comencé a rebobinar el cassette me di cuenta que también se cumplieron los 15 años de Atlanta.
-¿Nunca te ofrecieron ser el técnico de la selección?
-No. Si lo hicieran, tendría que pensarlo. Sería algo muy importante ya que está Sarbelio Fuentes, mi gran maestro.
El cortado mediano se termina y le da paso al vaso de soda. Le palmeo la espalda. Está vestido con el equipo olímpico de Atlanta. Apretón de manos y cada uno a su lugar.
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