OPINIÓN - El periodista siempre tiene la culpa. Es el que mal interpreta, el que desinforma, el opinologo, el que lucra, el que pega y el que maneja los destinos del planeta y sus desventuras con el quilombo de la capa de ozono y cuanta pelotudez más le quieran endosar al gil que está detrás del monitor parafraseando para que las notas gráficas queden más bonitas y atractivas.
El periodista es el que no va a los lugares donde se suceden los hechos, pero a su vez es el que se gasta una fortuna de guita en remedios justamente el día después de que a los “brillantes” se les ocurrió realizar un espectáculo deportivo (vamos a generalizar para no herir susceptibilidades) al aire libre y con 5 grados bajo cero. Pero qué casualidad, a los dos días (en el caso de los diarios) o a las horas (en la web), aparece publicado lo sucedido con lujo de detalle y con un par de palitos a los intervinientes en la cuestión. Cierto es que también somos videntes.
El periodista es un burro, pero vaya paradoja: en gran medida sabe desplegar una crónica, un texto argumentativo, una opinión y hasta una nota editorial; aunque para muchos la función del mismo es la de informar y no andar dando puntos de vista. Eso hay que dejárselo a los eruditos.
El periodista es el que miente (siempre) y así engaña a la gente, pero a la vez es el que lee, se instruye, pregunta si hay dudas –muchas veces no contestadas-, el que estudia y el que investiga. Pero estamos cagados, somos mentirosos y obsecuentes del sistema: informamos lo que se nos canta el culo y respondemos a intereses económicos de monstruos mediáticos que lo único que quieren es venderle fruta a los giles que nos leen, esos que a su vez no tienen ni siquiera la capacidad de elegir otro canal de comunicación para informarse.
Vaya casualidad. Los periodistas somos los que lucramos pero seguimos teniendo un sueldo básico que no llega ni al mínimo vital y móvil dispuesto por el Gobierno. Lucramos, sí, o al menos eso piensan muchos idiotas que no tienen ni dos dedos de frente, pero seguimos andando en bondi o contando las monedas de nuestros bolsillos para llegar a fin de mes (como el resto de los laburantes), o para poder ir a cubrir una nota.
Los periodistas, o al menos en mi caso, somos una mentira o un invento de un NN (Gracias Luciano por inventarme, y gracias Raúl por acompañarme), pero al momento de sacar a la luz las chanchadas que se mandan en todos los ámbitos, somos los que recibimos el castigo: nos amenazan, nos carajean, nos quieren pegar y nos tratan como a la peor mierda que existe en el planeta; total, somos los culpables.
Hace un par de semanas me di cuenta de que era el culpable de todos los males que se suceden en el boxeo. Soy un quiste difícil de sacar, y eso me pone muy contento, porque más allá de lo que digan (que lucro, que defiendo intereses de otros, que soy un cuatro de copas, etc., etc., etc.), sé que me gané mi lugar a base de huevos y del sacrificio del día a día, no sólo mío, sino también de mi familia, esa que apostó cuando yo era un “pendejo insolente” que recién se iba de Tupungato en busca de un futuro mejor.
Para muchos, los periodistas mentimos, especulamos y lucramos. Yo los invito a que se empiecen a fijar un poquito más en las cagadas que se mandan así nosotros dejamos de ser los malos de la película.
Por Juani Blanco (el mentiroso, el inescrupuloso, el manipulador)
juaniblanco@boxingclumendoza.com