OPINIÓN - Es más fácil juzgar, porque no cuesta nada, que ayudar. Es
más simple criticar que construir y brindar una mano cuando alguien lo
solicita.
Esta semana que pasó, más precisamente el miércoles, los
dedos acusadores señalaron al Cotón Juan Carlos Reveco quien, en un acto de
desesperación por conseguir peleas para poder generar ingresos y así darle una
buena vida a su familia, dejó de lado el conflicto que comenzó en diciembre de
2010 y se alistó nuevamente en las filas del manager Osvaldo Rivero.
Noticia “bomba” si las hay porque todo parecía irremediable
y porque el malargüino se mantenía firme en su decisión; pero perdió por
cansancio y dio el brazo a torcer ante el sistema reinante.
Rivero se encargó de que el Enano la pasara mal. Le trabó
las acciones en la Asociación Mundial de Boxeo, lo chicaneó a más no poder y
logró su cometido: que volviera, limaran las asperezas y siguieran juntos.
Reveco, más allá de sus ganas de aires nuevos, cayó en un
pozo del cual era prácticamente imposible salir. O tranzaba o seguía penando
por los rincones a la espera de que los poderosos le dieran el visto bueno para
emprender cosas grandes, algo que nadie discute y que todos reafirman en cada
aparición boxística de uno de los mejores exponentes que dio la historia del
pugilismo mendocino.
Reveco ya tiene 29 años, el retiro asoma en el horizonte y
las necesidades que pueda tener cualquier hombre de su edad se hacen sentir.
Necesita trabajar, subsistir y progresar. Y ante esa necesidad, eligió, lo que
él piensa, es el camino correcto.
Por su lado, pasó mucha gente; pero lo cierto es que en este
momento sólo están soldados de la talla de Andrés Nieto y sus allegados más
directos de Malargüe quienes, una vez más, le dieron la derecha en la decisión
de volver con el que hasta hace poco tiempo era su “acérrimo enemigo”.
Es víctima del negocio, del cual si no formás parte te
quedás afuera.
Ojalá que la determinación que tomó, no haya sido la
equivocada.